REPRESENTANTES DEL SALVADOR
Manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras. (1 Ped. 2: 12).
Dios espera de los que llevan el nombre de Cristo, que lo representen. . .
Los seguidores de Cristo han de estar separados del mundo en sus principios e intereses; pero no deben aislarse del mundo. El Salvador trataba constantemente con los hombres, no para alentarlos en cosa alguna que no estuviese de acuerdo con la voluntad de Dios, sino para elevarlos y ennoblecerlos. "Me santifico. . . -declaró- para que también ellos sean santificados" (Juan 17: 19). Así también el cristiano ha de morar entre los hombres, a fin de que el sabor del amor divino pueda ser como la sal para preservar el mundo de la corrupción . . .
Lo que mucho necesitamos es el poder de una vida más elevada, más pura y más noble. El mundo está observando para ver qué frutos llevan los que profesan ser cristianos. Tiene derecho a esperar abnegación y sacrificio de los que creen en la verdad avanzada. Está observando, listo para criticar aguda y severamente nuestras palabras y acciones . . . En la mente de todos aquellos con quienes debemos tratar, se están haciendo constantemente impresiones favorables o no de la religión de la Biblia.
Y Dios y los ángeles están observando. Él desea que sus hijos demuestren por su vida la ventaja que sobre la mundanalidad tiene el cristianismo; que demuestren que están trabajando en un plano elevado y santo. Él anhela verlos manifestar que la verdad recibida los ha hecho hijos del Rey celestial. Anhela hacerlos conductos por los cuales pueda derramar su ilimitado amor y misericordia.
Cristo está aguardando con deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo se reproduzca perfectamente en su pueblo, entonces vendrá a buscar a los suyos. Es privilegio de todo cristiano, no solamente esperar la venida de nuestro Señor, sino también apresurarla. Si todos los que profesan su nombre estuviesen llevando frutos para su gloria. ¡Cuán prestamente se sembrarían en todo el mundo las semillas del Evangelio! ¡Con cuánta presteza maduraría la última gran mies, y vendría Cristo!
Maranata, E.G.White, pg. 110.