Saturday, May 17, 2008

ESCENAS, SONIDOS Y CRIMENES


ESCENAS, SONIDOS Y CRÍMENES


No pondré delante de mis ojos cosa injusta. Aborrezco la obra de los que se desvían; ninguno de ellos se acercará a mí. Corazón perverso se apartará de mí; no conoceré al malvado. (Sal. 101: 3, 4).


Vuestros hijos. . . han de hacer frente a tentaciones a cada paso que den hacia adelante. Les resulta imposible evitar el trato con malas compañías. . . Ven espectáculos, oyen sonidos y están sujetos a influencias que tienden a desmoralizarlos y que, a menos que estén cabalmente guardados, lograrán imperceptible pero seguramente corromperles el corazón y deformar su carácter. . .


Algunos padres y madres son tan indiferentes y descuidados que consideran como cosa sin importancia el que sus hijos asistan a una escuela de la iglesia o a una escuela pública. Dicen: "Estamos en el mundo, y no podemos salir de él". Sin embargo, padres, podemos salir bastante del mundo si queremos. Podemos evitar que nuestros ojos vean muchos de los males que tan rápidamente se multiplican en estos postreros días, y que nuestros oídos oigan tanto de lo impío y criminal que se propala. . .


Para la inteligencia activa de niños y jóvenes, las escenas descriptas en fantásticas revelaciones del porvenir son realidades. Al predecirse revoluciones y describirse toda clase de procedimientos encaminados a acabar con las vallas de la ley y del dominio de sí mismo, muchos concluyen por adoptar el espíritu de estas representaciones. Son inducidos a cometer crímenes aun peores, si ello es posible, que los narrados tan vívidamente por los escritores. Con tales influencias la sociedad está en vías de desmoralizarse. Las semillas de la licencia son sembradas a manos llenas. Nadie debe sorprenderse de que de ello resulte tan abundante cosecha de crímenes. . .


Decid con firmeza: "No quiero perder un tiempo precioso leyendo lo que no me reportará ningún provecho y que sólo puede impedirme ser útil a los demás. Quiero consagrar mi tiempo y mis pensamientos a hacerme capaz de servir a Dios. Quiero apartar los ojos de las cosas frívolas y pecaminosas. Mis oídos pertenecen al Señor, y no quiero escuchar los raciocinios sutiles del enemigo. Mi voz no quedará, en ninguna manera, a la disposición de una voluntad que no esté bajo la influencia del Espíritu de Dios. Mi cuerpo es templo del Espíritu Santo y emplearé todas las facultades de mi ser para perseguir un noble fin"


Maranata, E.G. White, p.143.