Tuesday, September 13, 2011

Cuando las bolsas caen

      Rafael Velasco, S.J.      


Tuesday, 06 September 2011 09:13

Desde el comienzo de esta gran crisis económica mundial, el pánico es general. Se mira de reojo las pizarras de los bancos y casas de cambio para auscultar el precio del dólar. Se atiende a los informes económicos que nos auguran euforias y depresiones en las bolsas de Wall Street, Tokio o San Pablo. Los gobiernos han inyectado e inyectan dinero en los mercados, pero la cosa no parece mejorar demasiado.

Las especulaciones siguen, los economistas hablan, elucubran. Sin embargo, por estas tierras al menos, siempre es lo mismo. Todas las crisis terminan afectando a los mismos: al que está pagando la cuota de su departamento y no sabe cuánto le van a cobrar el mes que viene, al que va a trabajar todos los días a la fábrica y no sabe si lo van a suspender, a despedir o qué, a la señora que va al supermercado y ve que cada vez puede comprar menos con el mismo dinero, al que hace rato que fue expulsado del sistema laboral y no sabe ya cómo hacer para sustentar a su familia.
Y uno no puede dejar de percibir que hay algo profundamente injusto en todo esto. Algo que no anda bien de raíz en este sistema capitalista que, como su nombre lo indica, está fundado en el capital y no en el trabajo.

Un sistema en el que el trabajo (es decir, las personas) son una mercancía que se compra y se vende, no puede terminar bien.

Saldrán a esta altura los estudiosos en la materia a acusarme de ignorante, de comunista o de otras cosas, pero sin embargo las pruebas están a la vista. Este sistema, en su versión neoliberal, trajo prosperidad para algunos y mucha miseria para muchos. Y en su caída está arrastrando al mundo entero.

Excusas…

Algunos sostienen que el sistema es bueno, que funciona en los países “serios” y “previsibles” (léase los países ricos), pero que la corrupción ha hecho estragos en muchos de los llamados “países emergentes” y por eso éstos no participan de las bondades del sistema capitalista. Por lo general quienes afirman esto no mencionan que la misma corrupción suele estar financiada, en muchos casos, por empresas de capitales de los países centrales.

Hablando de corrupción, llama la atención que un ejecutivo que ha ganado enormes cantidades de dinero por llevar a la quiebra a su empresa (como fue el caso del CEO de Lehman Brothers) y con eso ayudó a desatar una crisis de magnitudes impensadas, siga lo más tranquilo en su casa porque se supone que no hizo nada contra la ley. Interesante concepto. Lo mismo ocurre con numerosos ejecutivos que se asignan unas bonificaciones millonarias con el dinero que los gobiernos dieron a sus bancos para paliar la crisis. Si eso no es algo reprochable, hay que repensar entonces la ética, porque lo bueno y lo malo es cada vez más difuso.

De todos modos es claro que el sistema se sostiene sólo si algunos pierden, para que otros ganen. Es la vida, ya lo sé, pero es injusta y creo que deberíamos comenzar a pensar algo diferente, de raíz.
No soy economista, pero me permito dudar de que más dinero en el mercado en manos de los mismos que en su codicia nos llevaron a la ruina, mejorará las cosas. La impresión es que un sistema construido contra el ser humano, porque está fundado en el egoísmo, la especulación y la usura, tarde o temprano tiene que caer.

Ojalá esta crisis económica mundial nos hiciera tomar conciencia de que debe surgir algo nuevo, diferente, un modo de organizar la economía que sea para beneficio de todos, un sistema de verdad más humano.
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Del libro En el nombre del padre y del rabino.

Fuente

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