Friday, March 22, 2013

El Papa propone mayor diálogo con el Islam y los no creyentes en su primera audiencia a los embajadores


SOCIEDAD


JUAN VICENTE BOO / CORRESPONSAL EN EL VATICANO


Día 22/03/2013 - 12.17h


Prescindió de la muceta roja y sustituyó el trono por un simple sillón

EFE/OSSERVATORE ROMANO
El Papa recibió el pasado miércoles en una audiencia privada a representantes de distintas confesiones religiosas en el Vaticano



La primera audiencia del nuevo Papa a los embajadores acreditados ante la Santa Sede fue brevísima, pero envió muchas señales claras, empezando por la retirada del trono de madera, sustituido por un sillón tapizado de beige, el que utilizaba siempre Juan Pablo II. No vestía lamuceta roja, como es habitual en las audiencias de Estado, ni mucho menos el roquete de encaje, sino la sencilla sotana blanca. Es su línea de sencillez.

El Santo Padre afirmó que este primer encuentro breve «quiere ser idealmente el abrazo del Papa al mundo» ya que «así puedo en cierto modo llegar a cada uno de vuestros conciudadanos, con todas sus alegrías, sus dramas, sus esperanzas, sus deseos».

Francisco formuló su deseo de «emprender un camino con los pocos Países que todavía no tienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede, algunos de los cuales – se lo agradezco de corazón – han querido estar presentes en la Misa por el inicio de mi ministerio, o enviado mensajes como gesto de cercanía».

El Papa explicó a los embajadores que había escogido el nombre del santo de Asís por su amor a la pobreza, y recordó que «en muchos de vuestros Países podéis constatar la generosa obra de aquellos cristianos que se esfuerzan por ayudar a los enfermos, a los huérfanos, a quienes no tienen hogar y a todos los marginados».

Pero añadió que «hay otra pobreza. Es la pobreza espiritual de nuestros días, que afecta gravemente también a los Países considerados más ricos. Es lo que mi Predecesor, el querido y venerado Papa Benedicto XVI, llama la "dictadura del relativismo", que deja a cada uno como medida de sí mismo y pone en peligro la convivencia entre los hombres».

Francisco recordó que «uno de los títulos del Obispo de Roma es "Pontífice", es decir, el que construye puentes, con Dios y entre los hombres», y formuló su deseo de «construir puentes entre todos los hombres, de modo que cada uno pueda encontrar en el otro no un enemigo, no un contendiente, sino un hermano para acogerlo y abrazarlo».

En tono personal, comentó que «mis propios orígenes me impulsan a trabajar para construir puentes. En efecto, como sabéis, mi familia es de origen italiano; y por eso está siempre vivo en mí este diálogo entre lugares y culturas distantes».

En ese proyecto juegan un papel las creencias, por lo que calificó de «importante intensificar el diálogo entre las distintas religiones, creo que en primer lugar con el Islam», y por eso manifestó que «he apreciado mucho la presencia, durante la Misa de inicio de mi ministerio, de tantas autoridades civiles y religiosas del mundo islámico». El extremismo islámico, sobre todo en África, ha sido la principal causa de disgustos en los últimos años, junto con la persecución religiosa en China.
Relación con los no creyentes

El Papa subrayó también la importancia de «intensificar la relación con los no creyentes, para que nunca prevalezcan las diferencias que separan y laceran, sino que, no obstante la diversidad, predomine el deseo de construir lazos verdaderos de amistad entre todos los pueblos».

Sus últimas palabras fueron para la naturaleza, ya que el camino de la humanidad «si no aprendemos a amar cada vez más a nuestra Tierra, es un camino difícil. También en este punto me ayuda pensar en el nombre de Francisco, que enseña un profundo respeto por toda la creación, la salvaguardia de nuestro medio ambiente, que demasiadas veces no usamos para el bien, sino que lo explotamos ávidamente, perjudicándonos unos a otros».

En un abrir y cerrar de ojos, el discurso del Papa –en italiano en lugar del francés, como era habitual en esos encuentros- había terminado. El saludo a cada uno de los diplomáticos, sobre todo a los árabes y musulmanes, fue especialmente cordial. El Papa prestó también mucha atención a las esposas y los maridos de los embajadores. Manifestaba el mismo aprecio a todos.

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