La iglesia ha de levantarse y arrepentirse
Levántese la iglesia y arrepiéntase de sus apostasías delante de Dios. Despiértense los atalayas y den un sonido cierto a la trompeta. Tenemos una amonestación definida que proclamar. Dios ordena a sus siervos: "Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado" (Isa. 58: 1). Debe captarse la atención de la gente. A menos que se pueda hacer esto, es inútil todo esfuerzo. Aunque descendiera un ángel del cielo y les hablara, sus palabras no les harían más provecho que si estuviera hablando al frío oído de los muertos.
Debe levantarse la iglesia para la acción. El Espíritu de Dios nunca podrá venir hasta que ella le prepare el camino. Debe haber un ferviente escudriñamiento de corazón. Debe haber oración unida y perseverante y, mediante la fe, una demanda de las promesas de Dios. No debemos vestirnos con cilicios como en la antigüedad, sino debe haber una profunda humillación del alma. No tenemos el menor motivo para felicitarnos a nosotros mismos ni exaltarnos. Debiéramos humillarnos bajo la poderosa mano de Dios. El vendrá para consolar y bendecir a los que lo buscan de verdad.
La obra está delante de nosotros. ¿Nos ocuparemos de ella? Debemos trabajar rápidamente, debemos avanzar continuamente. No tenemos tiempo que perder, no tenemos tiempo para ocuparnos en propósitos egoístas. Ha de ser amonestado el mundo. ¿Qué estamos haciendo individualmente para llevar la luz ante otros? Dios ha dejado su obra para cada hombre; cada uno tiene una parte que hacer, y no podemos descuidar esa obra, a menos que pongamos en peligro nuestras almas.
Oh mis hermanos, ¿contristaréis al Espíritu Santo y lo haréis alejarse? ¿Excluiréis al bendito Salvador porque no estáis preparados para su presencia ? ¿ Dejaréis que las almas perezcan sin el conocimiento de la verdad porque amáis demasiado vuestra comodidad para llevar la carga que Jesús llevó por vosotros ? Despertemos del sueño. "Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar" (1 Ped. 5: 8) (The Review and Herald, 22 de marzo de 1887).
Mensajes Selectos Tomo I, E. G.W., pp.147-148.