VIVIMOS YA EN TIEMPOS TORMENTOSOS
Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol. (Apoc. 7: 1).
Cuatro ángeles poderosos siguen reteniendo los cuatro vientos de la tierra. Así se impide que se desate la terrible destrucción en su plenitud. Los. . . vientos serán el levantamiento de las naciones para librar una guerra mortal. Mientras tanto los ángeles retienen los cuatro vientos, impidiendo que el tremendo poder de Satanás se desate en todo su furor hasta que los siervos de Dios sean sellados en la frente.
Las señales de los tiempos dan evidencia de que los juicios del cielo se están derramando, que el día del Señor está cerca. Los diarios están llenos de indicaciones de un intenso conflicto que se ha de librar en el futuro. Los robos desembozados son acontecimientos frecuentes. Las huelgas son comunes. Se cometen robos y crímenes por todos lados. Seres humanos dominados por espíritus de demonios están quitando la vida de hombres, mujeres y niños. Todas estas cosas testifican que la venida del Señor está cerca.
El subyugador Espíritu de Dios se está retirando ahora mismo del mundo. Los huracanes, las tormentas, las tempestades y los desastres producidos en mar y tierra se suceden unos a otros rápidamente. Las señales que se acumulan a nuestro alrededor, que abran de la cercanía de la venida del Hijo de Dios, se atribuyen a cualquier causa menos a la verdadera. . .
Ya está sobre nosotros el tiempo cuando habrá en el mundo tal pesar que no habrá bálsamo humano que lo pueda aliviar. Aun antes que sobrevenga al mundo la última gran destrucción, los lisonjeros monumentos de la grandeza del hombre se desplomarán en el polvo. Los juicios retributivos de Dios caerán sobre los que perseveraron en el pecado a pesar de estar frente a una gran luz. . . Así como Sodoma pereció en las llamas de la venganza divina, se convertirán en ceniza esas orgullosas estructuras. Vi barcos que costaron inmensas sumas de dinero luchar con el poderoso océano, tratando de contrarrestar las airadas olas. Pero con todos sus tesoros de oro y plata, y con todo su cargamento humano, se hundieron en la tumba líquida. . . Pero en medio del tumulto y la excitación, en medio de la confusión que impera por doquier, hay una obra que cumplir para Dios en el mundo.
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Maranata, E.G.W., p.173.