FALSEDADES CONCERNIENTES A LA DIVINIDAD
Sepa la gente lo que creemos.-
Nuestro plan de acción es éste: No destaquéis los aspectos controvertidos de nuestra fe, que se oponen más a los modos y costumbres de la gente, hasta que el Señor le dé a ésta amplia oportunidad de saber que creemos en Cristo, en su divinidad y preexistencia (Testimonios para los Ministros, pág. 253. Año 1895).
Tendremos que hacer frente a las enseñanzas erróneas.-
Una vez tras otra tendremos que enfrentarnos con la influencia de hombres que estudian ciencias de origen satánico, a través de los cuales Satanás está trabajando para reducir a la nada a Dios y a Cristo. Tanto el Padre como el Hijo tienen una personalidad. Cristo declaró: "Yo y el Padre uno somos" (Juan 10: 30). Y sin embargo fue el Hijo de Dios el que vino al mundo en forma humana. Poniendo a un lado su ropaje real y su corona regia vistió su divinidad con humanidad, a fin de que la humanidad, mediante su sacrificio infinito llegara a participar de la naturaleza divina y escapara de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia (Testimonies, tomo 9, pág. 68. Año 1909).
Verdad positiva contra exposiciones espiritistas.-
He sido instruida para que diga: No hay que confiar en las opiniones de los que buscan ideas científicas avanzadas. Se han hecho exposiciones como la siguiente: "El Padre es como la luz 446 invisible; el Hijo es como la luz encarnada; y el Espíritu es como la luz derramada". "El Padre es como el rocío, vapor invisible; el Hijo es como el rocío reunido en bellísimas gotas; el Espíritu es como el rocío derramado en el asiento de la vida". Otra exposición es ésta: "El Padre es como el vapor invisible; el Hijo es como la nube plomiza; el Espíritu es la lluvia que cae y obra con poder refrescante".
Todas estas representaciones espiritistas no son absolutamente nada. Son imperfectas y falsas. Debilitan y disminuyen la Majestad que no puede compararse a ninguna cosa de origen terrenal. Dios no puede compararse con las cosas que sus manos han creado. Estas no son más que cosas terrenales, que sufren bajo la maldición de Dios a causa de los pecados del hombre. El Padre no puede describirse mediante las cosas de la tierra. El Padre es toda la plenitud de la Divinidad corporalmente, y es invisible para los ojos mortales.
El Hijo es toda plenitud de la Divinidad manifestada. La Palabra de Dios declara que él es "la imagen misma de su sustancia" (Heb. 1: 3). "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16). Aquí se muestra la personalidad del Padre.
El Consolador que Cristo prometió enviar después de ascender al cielo, es el Espíritu en toda la plenitud de la Divinidad, poniendo de manifiesto el poder de la gracia divina a todos los que reciben a Cristo y creen en él como un Salvador personal. Hay tres personas vivientes en el trío celestial; en el nombre de estos tres grandes poderes -el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo- son bautizados los que reciben a Cristo mediante la fe, y esos poderes colaborarán con los súbditos obedientes del cielo en sus esfuerzos por vivir la nueva vida en Cristo (Special Testimonies, Serie B, Nº 7, págs. 62, 63. Año 1905).
La preexistencia del Hijo de Dios y su existencia por sí mismo.-
Cristo es el Hijo de Dios preexistente y existente por sí mismo. . . Al hablar de esta preexistencia, Cristo hace retroceder la mente hacia las edades sin fin. Nos asegura que nunca hubo un tiempo cuando él no haya estado en estrecha relación con el Dios eterno. Aquel cuya voz los judíos escuchaban en ese momento había estado junto a Dios (Signs of the Times, 29 de agosto, 1900).
Era igual a Dios, infinito y omnipotente. . . Es el Hijo eterno y existente por sí mismo (Manuscrito 101, 1897).
Desde la eternidad.-
Aunque la Palabra de Dios habla de la humanidad de Cristo cuando estuvo en esta tierra, también habla definidamente acerca de su preexistencia. El Verbo existía 447 como un ser divino, como el Hijo eterno de Dios en unión y en unidad con el Padre. Desde la eternidad era el Mediador del pacto, aquel en quien serían bendecidas todas las naciones de la tierra, tanto judíos como gentiles, si lo aceptaban. "El Verbo, era con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan 1: 1). Antes de que los ángeles fuesen creados, el Verbo estaba con Dios, era Dios (Review and Herald, 5 de abril, 1906).
Cristo les muestra que aunque ellos podían calcular que su vida tenía menos de cincuenta años, sin embargo su vida divina no podía ser calculada por cómputos humanos. La existencia de Cristo antes de su encarnación no se mide con números (Signs of the Times, 3 de mayo, 1899).
Vida original, que no proviene ni deriva de otra.-
Jesús declaró: "Yo soy la resurrección y la vida". En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra. "El que tiene al Hijo, tiene la vida" (1 Juan 5: 12). La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 489. Año 1898).
Con el Padre en el Sinaí.-
Cuando ellos [Israel] llegaron al Sinaí, él [Dios] aprovechó la ocasión para refrescar su memoria con respecto a sus requerimientos. Cristo y el Padre, estando lado a lado sobre el monte, con majestad solemne proclamaron los Diez Mandamientos (Historical Sketches, pág. 231. Año 1866).
Los dignatarios eternos de la Trinidad.-
Los eternos dignatarios celestiales -Dios, Cristo y el Espíritu Santo- armándolos [a los discípulos] con algo más que una mera energía mortal. . . avanzaron con ellos para llevar a cabo la obra y convencer de pecado al mundo (Manuscrito 145, 1901).
La personalidad del Espíritu Santo.-
Necesitamos comprender que el Espíritu Santo, que es una persona así como Dios es persona, anda en estos terrenos (Manuscrito 66, 1899. [Extracto de un discurso dado a los alumnos del Colegio de Avondale, Australia.] ).
El Espíritu Santo es una persona, porque testifica en nuestros espíritus que somos hijos de Dios. Cuando se da este testimonio lleva consigo su propia evidencia. En esas ocasiones creemos y estamos seguros de que somos los hijos de Dios. . .
El Espíritu Santo tiene una personalidad, de lo contrario no podría dar testimonio a nuestros espíritus y con nuestros espíritus de que somos hijos de Dios. Debe ser una persona divina, además, porque en caso contrario no podría escudriñar los secretos que están ocultos en la mente de Dios. "Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las 448 cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Cor. 2: 11) (Manuscrito 20, 1906).
El poder de Dios en la tercera persona.-
El príncipe del poder del mal puede ser mantenido en jaque únicamente por el poder de Dios en la tercera persona de la Divinidad, el Espíritu Santo (Special Testimonies, Serie A, Nº 10, pág. 37. Año 1897).
En colaboración con los tres poderes más elevados.-
Debemos cooperar con los tres poderes más elevados del cielo: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y estos poderes trabajarán mediante nosotros convirtiéndonos en obreros juntamente con Dios (Special Testimonies, Serie B, Nº 7, pág. 51. Año 1905).
El Evangelismo, Ellen G. White, pp. 445-448.