POR QUÉ SE PROLONGA EL TIEMPO DE PRUEBA
El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2 Ped. 3: 9).
Se me mostró el peligro que enfrentamos, como pueblo, de asemejarnos al mundo en lugar de adquirir la imagen de Cristo. Estamos en los mismos umbrales del mundo eterno, pero es el propósito del adversario de las almas inducirnos a postergar, hasta un futuro remoto, el fin del tiempo.
Satanás asaltará de todas las maneras concebibles a los que profesan ser el pueblo de Dios que guarda los mandamientos y que espera la segunda aparición de nuestro Salvador en las nubes del cielo con poder y grande gloria. Inducirá a tantos como pueda a postergar el día malo y asemejarse en espíritu al mundo, al imitar sus costumbres. Me siento alarmada cuando veo que el espíritu del mundo domina los corazones y mentes de muchos cuya profesión de la verdad es descollante. Albergan egoísmo y complacencia propia, pero no cultivan ni la verdadera piedad ni la integridad acrisolada. . .
Al tomar en cuenta el poco tiempo de que disponemos debiéramos, como pueblo, velar y orar, y no permitir en ningún caso que se nos desvíe de la solemne tarea de prepararnos para el gran acontecimiento que está delante de nosotros. Debido a que el tiempo aparentemente se dilata, muchos se vuelven descuidados e indiferentes con respecto a sus palabras y actos. No comprenden su peligro y no perciben ni entienden la misericordia de Dios al prolongar su período de prueba, de manera de puedan disponer de tiempo a fin de formar caracteres para la vida futura e inmortal. Cada momento es de sumo valor. Se les concede tiempo, no para que lo empleen con el fin de hacer planes para su propio placer y para convertirse en moradores de la tierra, sino para que lo dediquen a la obra de vencer todo defecto en sus propios caracteres y para ayudar a otros, por ejemplo y esfuerzo personal, a percibir la belleza de la santidad.
Dios tiene un pueblo sobre la tierra que con fe y santa esperanza escudriña el rollo de la profecía que se está cumpliendo rápidamente, y que trata de purificar su alma mediante la obediencia a la verdad.
Maranata, Ellen G. White, p. 90.