Monday, June 14, 2010

La misionera Eva Russell


La misionera Eva Russell


POR ALEJANDRO PANIAGUA*

*EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.



Leí en estos días el libro La vida de Eva M. Russell, obra de Inocencia Santos, quien me lo regaló al cabo de un significativo y conmovedor acto de puesta en circulación en el Templo Bíblico de Monte Plata, en el cual hubo muchas manifestaciones de gratos recuerdos dejados por la misionera a que se refiere, quien vino al país en el año 1946, dedicándole su vida en primer lugar al Señor Jesucristo, como servidora suya y a la República Dominicana, como objetivo misionero.

El libro es una recopilación más bien periodística de testimonios de personas que conocieron muy de cerca a la señorita Russell, quien se hacía llamar Miss Russell, que se pronuncia Rasol. Ella nació en Alberta, Canadá. Vivó del 1911 al 1974.

Más o menos, desde sus inicios en el país conocí yo a esa misionera. Ella comenzó una clase para niños en el Templo Bíblico, los sábados en la mañana, en la que los muchachos participábamos y teníamos la oportunidad de manejar instrumentos de carpintería, traídos especialmente para ser tratados por niños. Cierras, martillos, serruchos, escalopas, reglas, etcétera. Quien impartía las clases bíblicas era el entonces joven Pedro Luna, conocido como el Maestro Penso, un hombre de especial conducta cristiana, que fue ejemplo para todos los muchachos del barrio y para todos los hombres y mujeres que lo conocieron, hasta el día de su muerte, hará cosa de tres años.

En esa época era yo un muchacho de unos siete años. Pero recuerdo perfectamente esos detalles. Pasaron los años. Estudié en el colegio Don Bosco, y hacía de monaguillo en la iglesia que se encuentra contigua al colegio, Y luego en el colegio Ramón Mella, de la orientación adventista. De manera que mi punto de vista religioso tenía una buena gama de consideración. Cuando ya era un joven de 15 años, volví a Templo Bíblico, con criterios mejor formados. Fue la época de mi conversión al Señor Jesucristo.

Había una cantidad de jóvenes grande y grandiosa en la iglesia. Éramos casi 40. Todos íbamos a las casas de los misioneros, principalmente a la de Mister Ian Rathie y a la de Miss Russell. Pero sobre todo, a ésta última. Ambas casas formaban parte de la misma cuadra. La de Mister Rathie estaba en la calle Juan Pablo Pina esquina a Francisco Henríquez y Carvajal y la de Miss Russell, en la esquina formada por la calle Juan de Morfa y Juan Pablo Pina.

La casa de Miss Russell vivía llena de jóvenes. Mariano González, Fonchy Lockward, Braulio Portes, Miguel Angel Castillo, José Batista Trinidad, Miguel Matos, Paul Lizardo, Rolfy Batista, Rolando Rosa, Guido Féliz, Raúl Burgos, Bernardo Lizardo, Angel Santos Clark, Fernando Guzmán, Julio Garabot, Miguel A. Matos, Rafael Ignacio Santiago, Chicho Méndez, Ramón de Jesús, Francisco Escarramán, Rolando Vanhynguen, Nelson –Toñito-- Pineda, Fabio Abreu, Efigenio Bidó, Jossie Reinoso Lockward, Manuel Medina, Pablito Clase, Ramón Prensa, Daniel Espinal, Joaquín Pinales, Rafael Abreu, Mario Gómez, Roberto Erickson, Julio César Mella, Nahum Reyes, Osiris Corniel.

Pero también las muchachas de la iglesia recibían gran influencia de Miss Russell. Entre ellas, Marina y Minerva Guerrero, Justina Alvarado, Celeste Custals, Dulce Paulino, Ernestina Rodríguez, Altagracia Ríos, Carmen de Rosa, Cossete Pineda, Rosita Casals, Marina Burgos, Minerva Shaffer, Amparito Ortiz, Maritza Pichardo, Dolores López, Isabelita Contreras, Margarita Báez y Nélsida Alvarado.

Y muchos otros y otras que se me olvidan por ahora.

Todos íbamos a la casa de Miss Russell y ayudábamos en labores como doblar pequeños trozos de papeles escritos con mensajes evangelísticos, que conocemos en el lenguaje evangélico como “tratados”. Muchos de los jóvenes practicaban en un pequeño órgano que tenía ella en la casa. De allí salieron verdaderos músicos, capaces de tocar piano y acordeón.

Como misionera al fin, nos involucró a todos en visitas a hospitales, a regar tratados, a dar mensajes de consolación a los enfermos, a visitar lugares como Haina, Barahona, Boca Chica, Monte Plata y otros lugares en la ciudad capital y del interior del país. Sin embargo, ella hizo de Monte Plata su principal objetivo de la misión evangélica. Primero iba una vez a la semana, luego dos veces. Así fue incrementando su presencia allí.

El maestro de los jóvenes era Mariano González, quien organizó varios viajes de su clase, que llamó Grupo de plata. En varias ocasiones este grupo estuvo en Monte Plata predicando el Evangelio. Imagínense, entre veinte y 40 muchachos, predicando en las esquinas y yendo casa por casa en parejas de dos personas y finalmente, durante las noches, grandes concentraciones en el local evangélico. Mariano ha sido y es un gran siervo del Señor. Mantiene una red de predicación, a través de la radio en programas que abarcan todos los países de América y España. Opera desde Lombard, Illinois.

Fueron días de consagración y de revelación de grandes talentos, como el de José Batista, a quien llamábamos Pulín. Tremendo verbo y gran poder de convicción. Hoy en día es un gran predicador con sede en Puerto Rico, pero moviéndose principalmente entre Argentina, Venezuela, México y Europa y Estados Unidos. Pulín fue un fruto directo de Monte Plata, pero Fonchy Lockward, Braulio Portes, Rolfy Batista, Guido Féliz, Raúl Burgos, Paco Escarramán y otros grandes predicadores se forjaron a través de muchas actividades en las que Miss Russell tuvo gran incidencia.

Miss Russell fue fiel servidora. Gran organizadora. En disciplina, nadie le ganaba. Siempre tocaba el armonio y el piano, nunca subió al pulpito, como es costumbre de las damas en la congregación Templo Bíblico, en cultos donde haya hombres; pero fue un ejemplo reconocido y admirado por todos aquellos que la conocieron y que le acompañaron en su servicio al Señor, para quien ella tuvo siempre toda reverencia, todo el honor y toda la gloria.
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