Friday, August 5, 2011

Prediquemos La Palabra


No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. Isa. 8: 12.

Nuestra obra consiste en predicar al mundo los mensajes del primero, segundo y tercer ángeles. Al cumplir nuestros deberes, no debemos despreciar ni temer a nuestros enemigos. Pero unirnos mediante compromisos con los que no participan de nuestra fe, es algo que Dios no aprueba.

Debemos tratar con amabilidad y cortesía a los que no quieren ser leales a Dios, pero jamás debemos unirnos en consejo con ellos con respecto a los intereses vitales de su obra, porque éste no es el proceder del Señor. Al poner nuestra confianza en Dios, debemos avanzar firmemente, para hacer su obra sin egoísmo, dependiendo humildemente de él, consagrándonos con todo lo que concierne a nuestro presente y nuestro futuro a su sabia providencia, conservando hasta el fin el principio de nuestra confianza, recordando que no recibimos las bendiciones del cielo porque somos dignos de ellas, sino porque Cristo es digno, y debido a nuestra aceptación, por fe en él, de la abundante gracia de Dios.

Oro para que mis hermanos comprendan que el mensaje del tercer ángel significa mucho para nosotros, y que la observancia del verdadero día de reposo será la señal que diferenciará a los que sirven a Dios de los que no lo sirven. Despiértense los que se han sumido en la somnolencia y la indiferencia. Se nos llama a ser santos, y deberíamos tener cuidado de no dar la impresión de que importa poco si conservamos o no las características peculiares de nuestra fe. Sobre nosotros descansa la solemne obligación de asumir una actitud más decidida con respecto a la verdad y la justicia de la que hemos asumido en lo pasado.

La línea de demarcación entre los que guardan los mandamientos de Dios y los que no lo hacen se manifestará con claridad inconfundible. Debemos honrar conscientemente a Dios, y usar con diligencia todos los medios posibles para mantener con él una relación que esté de acuerdo con su pacto, para que podamos recibir sus bendiciones tan esenciales para el pueblo que va a pasar por una prueba tan severa. Dar la impresión de que nuestra fe, nuestra religión, no es un poder dominante en nuestras vidas, equivale a deshonrar a Dios en gran manera (Carta 128, del 6 de julio de 1902, a la junta de la Asociación General y a la Comisión Médico Misionera).
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Cada Dia Con Dios, p.196.
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