Sunday, March 28, 2010

Las Escrituras, Nuestra Salvaguardia


¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación? (Heb. 1: 14).


Mientras el pueblo de Dios persevere en su fidelidad, mientras se aferre mediante fe viviente a Jesús, estará bajo la protección de los ángeles celestiales, y no se le permitirá a Satanás que aplique sus artes infernales sobre ellos para destruirlos. Pero los que se separen de Cristo por medio del pecado, estarán en gran peligro. . .

Satanás está más celosamente dedicado ahora a jugar el juego de la vida por las almas, que en todo otro momento anterior; y a menos que estemos constantemente en guardia, pondrá en nuestros corazones orgullo, amor propio, amor al mundo y muchos otros malos rasgos de carácter. Empleará también toda artimaña posible para que vacile nuestra fe en Dios y en las verdades de su Palabra. Si no tenemos una profunda experiencia en las cosas de Dios, si no tenemos un cabal conocimiento de su Palabra, seremos engañados para nuestra ruina por los errores y sofismas del enemigo. Las falsas doctrinas minarán el fundamento de muchos, porque no habrán aprendido a distinguir entre la verdad y el error. Nuestra única salvaguardia contra los engaños de Satanás consiste en estudiar diligentemente las Escrituras, y comprender con inteligencia las razones de nuestra fe, cumpliendo cabalmente cada deber conocido. La complacencia de un solo pecado conocido nos debilitará y nos envolverá en tinieblas, sometiéndonos a terribles tentaciones. . .

¿Ascienden nuestras súplicas a Dios mediante la fe viviente? ¿Estamos abriendo las puertas del corazón a Jesús, al mismo tiempo que cerramos todas las entradas a Satanás? ¿Estamos obteniendo diariamente mayor luz y fortaleza, para que podamos perseverar en la justicia de Cristo? ¿Estamos vaciando nuestro corazón de todo egoísmo y purificándolo, como medida preparatoria para recibir la lluvia tardía del cielo?. . .

Debemos tratar de apartarnos del pecado, reposando en los méritos de la sangre de Cristo; y entonces, en el día de la aflicción, cuando el enemigo nos oprima, caminaremos entre los ángeles. Serán como muro de fuego alrededor de nosotros; y un día caminaremos con ellos en la ciudad de Dios.

Maranata, E. G. White, p.93.
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