"La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos". Ellen G. White.
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Friday, December 13, 2024
Saturday, November 2, 2024
Saturday, May 11, 2019
El don del Espíritu
Capítulo 5—El don del Espíritu
Cuando Cristo dió a sus discípulos la promesa del Espíritu, se estaba acercando al fin de su ministerio terrenal. Estaba a la sombra de la cruz, con una comprensión plena de la carga de culpa que estaba por descansar sobre él como portador del pecado. Antes de ofrecerse a sí mismo como víctima destinada al sacrificio, instruyó a sus discípulos en cuanto a la dádiva más esencial y completa que iba a conceder a sus seguidores: el don que iba a poner al alcance de ellos los recursos inagotables de su gracia. “Y yo rogaré al Padre—dijo él,—y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros.” Juan 14:16, 17. El Salvador estaba señalando adelante al tiempo cuando el Espíritu Santo vendría para realizar una obra poderosa como su representante. El mal que se había estado acumulando durante siglos, habría de ser resistido por el divino poder del Espíritu Santo.
¿Cuál fué el resultado del derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés? Las alegres nuevas de un Salvador resucitado fueron llevadas a las más alejadas partes del mundo habitado. Mientras los discípulos proclamaban el mensaje de la gracia redentora, los corazones se entregaban al poder de su mensaje. La iglesia veía afluir a ella conversos de todas direcciones. Los apóstatas se reconvertían. Los pecadores se unían con los creyentes en busca de la perla de gran precio. Algunos de los que habían sido los más enconados oponentes del Evangelio, llegaron a ser sus campeones. Se cumplió la profecía: “El que entre ellos fuere flaco,... será como David: y la casa de David ... como el ángel de Jehová.” Zacarías 12:8. Cada cristiano veía en su hermano una revelación del amor y la benevolencia divinos. Un solo interés prevalecía, un solo objeto de emulación hacía olvidar todos los demás. La ambición de los creyentes era revelar la semejanza del carácter de Cristo, y trabajar para el engrandecimiento de su reino.
“Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran esfuerzo; y gran gracia era en todos ellos.” Hechos 4:33. Gracias a estas labores fueron añadidos a la iglesia hombres escogidos que, al recibir la palabra de verdad, consagraron sus vidas al trabajo de dar a otros la esperanza que llenaba sus corazones de paz y gozo. No podían ser refrenados ni intimidados por amenazas. El Señor hablaba por su medio, y mientras iban de un lugar a otro, predicaban el Evangelio a los pobres, y se efectuaban milagros de la gracia divina.
Tal es el poder con que Dios puede obrar cuando los hombres se entregan al dominio de su Espíritu.
La promesa del Espíritu Santo no se limita a ninguna edad ni raza. Cristo declaró que la influencia divina de su Espíritu estaría con sus seguidores hasta el fin. Desde el día de Pentecostés hasta ahora, el Consolador ha sido enviado a todos los que se han entregado plenamente al Señor y a su servicio. A todo el que ha aceptado a Cristo como Salvador personal, el Espíritu Santo ha venido como consejero, santificador, guía y testigo. Cuanto más cerca de Dios han andado los creyentes, más clara y poderosamente han testificado del amor de su Redentor y de su gracia salvadora. Los hombres y mujeres que a través de largos siglos de persecución y prueba gozaron de una gran medida de la presencia del Espíritu en sus vidas, se destacaron como señales y prodigios en el mundo. Revelaron ante los ángeles y los hombres el poder transformador del amor redentor.
Aquellos que en Pentecostés fueron dotados con el poder de lo alto, no quedaron desde entonces libres de tentación y prueba. Como testigos de la verdad y la justicia, eran repetidas veces asaltados por el enemigo de toda verdad, que trataba de despojarlos de su experiencia cristiana. Estaban obligados a luchar con todas las facultades dadas por Dios para alcanzar la medida de la estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús. Oraban diariamente en procura de nuevas provisiones de gracia para poder elevarse más y más hacia la perfección. Bajo la obra del Espíritu Santo, aun los más débiles, ejerciendo fe en Dios, aprendían a desarrollar las facultades que les habían sido confiadas y llegaron a ser santificados, refinados y ennoblecidos. Mientras se sometían con humildad a la influencia modeladora del Espíritu Santo, recibían de la plenitud de la Deidad y eran amoldados a la semejanza divina.
El transcurso del tiempo no ha cambiado en nada la promesa de despedida de Cristo de enviar el Espíritu Santo como su representante. No es por causa de alguna restricción de parte de Dios por lo que las riquezas de su gracia no fluyen a los hombres sobre la tierra. Si la promesa no se cumple como debiera, se debe a que no es apreciada debidamente. Si todos lo quisieran, todos serían llenados del Espíritu. Dondequiera la necesidad del Espíritu Santo sea un asunto en el cual se piense poco, se ve sequía espiritual, obscuridad espiritual, decadencia y muerte espirituales. Cuandoquiera los asuntos menores ocupen la atención, el poder divino que se necesita para el crecimiento y la prosperidad de la iglesia, y que traería todas las demás bendiciones en su estela, falta, aunque se ofrece en infinita plenitud.
Saturday, November 24, 2018
Saturday, August 25, 2018
Saturday, July 7, 2018
Saturday, May 19, 2018
Monday, February 5, 2018
Sunday, January 28, 2018
Saturday, November 4, 2017
Saturday, September 30, 2017
Wednesday, October 19, 2016
Saturday, October 15, 2016
Capitulo 2. Dias de Ministerio Activo.
Días de ministerio activo
En la vivienda del pescador en Capernaúm, la suegra de Pedro yacía enferma de “grande fiebre; y le rogaron por ella.” Jesús la tomó de la mano “y la fiebre la dejó.” Lucas 4:38, 39; Marcos 1:30. Entonces ella se levantó y sirvió al Salvador y a sus discípulos.
Con rapidez cundió la noticia. Hizo Jesús este milagro en sábado, y por temor a los rabinos el pueblo no se atrevió a acudir en busca de curación hasta después de puesto el sol. Entonces, de sus casas, talleres y mercados, los vecinos de la población se dirigieron presurosos a la humilde morada que albergaba a Jesús. Los enfermos eran traídos en camillas, otros venían apoyándose en bordones, o sostenidos por brazos amigos llegaban tambaleantes a la presencia del Salvador.
Hora tras hora venían y se iban, pues nadie sabía si el día siguiente hallaría aún entre ellos al divino Médico. Nunca hasta entonces había presenciado Capernaúm día semejante. Por todo el ambiente repercutían las voces de triunfo y de liberación.
No cesó Jesús su obra hasta que hubo aliviado al último enfermo. Muy entrada era la noche cuando la muchedumbre se alejó, y la morada de Simón quedó sumida en el silencio. Pasado tan largo y laborioso día, Jesús procuró descansar; pero mientras la ciudad dormía, el Salvador, “levantándose muy de mañana, ... salió y se fué a un lugar desierto, y allí oraba.” Marcos 1:35.
...
Tuesday, September 6, 2016
EVENTOS DE LOS ÚLTIMOS DIAS — Capítulo 9: Las Leyes Dominicales

CristoVerdad
Published on Aug 5, 2015
LA HORA HA LLEGADO. ¡PREPÁRATE!
Las profecías del tiempo presente, reveledas a Elena G. de White por el Espíritu Santo. Un Libro que hace temblar a Satanás, púes lo desenmascara.
DESCARGA Version PDF: http://www.cristoverdad.com/wp-conten...
Contiene 20 Capítulos (20 Videos)
AUDIO CORTESÍA DEL CENTRO WHITE: http://ellenwhiteaudio.org/sp/
Por favor, apollemos al Centro White, el cual ha dispuesto todo este material gratuitamente para su libre difunción.
ESCRITO POR ELENA G. DE WHITE
Sunday, June 5, 2016
Saturday, June 4, 2016
¿Por que lloras? El Deseado de Todas las Gentes - Capitulo 82
Capitulo 82. ?Por que lloras?
Arques Ramon
Published on May 3, 2012
CAPÍTULO 82 "¿Por qué Lloras?" *
Las mujeres que habían estado al lado de la cruz de Cristo esperaron velando que transcurriesen las horas del sábado. El primer día de la semana,* muy temprano, se dirigieron a la tumba llevando consigo especias preciosas para ungir el cuerpo del Salvador. No pensaban que resucitaría. El sol de su esperanza e había puesto, y había anochecido en sus corazones. Mientras andaban, relataban las obras de misericordia de Cristo y sus palabras de consuelo. Pero no recordaban sus palabras: "Otra vez os veré."*
Ignorando lo que estaba sucediendo se acercaron al huerto diciendo mientras andaban: "¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro?" Sabían que no podrían mover la piedra, pero seguían adelante. Y he aquí, los cielos resplandecieron de repente con una gloria que no provenía del sol naciente. La tierra tembló. Vieron que la gran piedra había sido apartada. El sepulcro estaba vacío.
Las mujeres no habían venido todas a la tumba desde la misma dirección. María Magdalena fue la primera en llegar al lugar; y al ver que la piedra había sido sacada, se fue presurosa para contarlo a los discípulos. Mientras tanto, llegaron las otras mujeres. Una luz resplandecía en derredor de la turba, pero el cuerpo de Jesús no estaba allí. Mientras se demoraban en el lugar, vieron de repente que no estaban solas. Un joven vestido de ropas resplandecientes estaba sentado al lado de la tumba. Era el ángel que había apartado la piedra. Había tomado el disfraz de la humanidad, a fin de no alarmar a estas personas que amaban a Jesús. Sin embargo, brillaba todavía en derredor de él la gloria celestial, y las mujeres temieron. Se dieron vuelta para huir, pero las palabras del ángel detuvieron sus pasos. "No temáis vosotras --les dijo;-- porque yo sé que buscáis a Jesús, que fue crucificado. No está aquí; porque ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto 733 el Señor. E id presto, decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos." Volvieron a mirar al interior del sepulcro y volvieron a oír las nuevas maravillosas. Otro ángel en forma humana estaba allí, y les dijo: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, mas ha resucitado: acordaos de lo que os habló, cuando aun estaba en Galilea, diciendo: Es menester que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día."
¡Ha resucitado, ha resucitado! Las mujeres repiten las palabras vez tras vez. Ya no necesitan las especias para ungirle. El Salvador está vivo, y no muerto. Recuerdan ahora que cuando hablaba de su muerte, les dijo que resucitaría. ¡Qué día es éste para el mundo! Prestamente, las mujeres se apartaron del sepulcro y "con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos."
María no había oído las buenas noticias. Ella fue a Pedro y a Juan con el triste mensaje: "Han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto." Los discípulos se apresuraron a ir a la tumba, y la encontraron como había dicho María. Vieron los lienzos y el sudario, pero no hallaron a su Señor. Sin embargo, había allí un testimonio de que había resucitado. Los lienzos mortuorios no habían sido arrojados con negligencia a un lado, sino cuidadosamente doblados, cada uno en un lugar adecuado. Juan "vio, y creyó." No comprendía todavía la escritura que afirmaba que Cristo debía resucitar de los muertos, pero recordó las palabras con que el Salvador había predicho su resurrección.
Cristo mismo había colocado esos lienzos mortuorios con tanto cuidado. Cuando el poderoso ángel bajó a la tumba, se le unió otro, quien, con sus acompañantes, había estado guardando el cuerpo del Señor. Cuando el ángel del cielo apartó la piedra, el otro entró en la tumba y desató las envolturas que rodeaban el cuerpo de Jesús. Pero fue la mano del Salvador la que dobló cada una de ellas y la puso en su lugar. A la vista de Aquel que guía tanto a la estrella como al átomo, no hay nada sin importancia. Se ven orden y perfección en toda su obra.
María había seguido a Juan y a Pedro a la tumba; cuando volvieron a Jerusalén, ella quedó. Mientras miraba al interior 734 de la tumba vacía, el pesar llenaba su corazón. Mirando hacia adentro,
CAPÍTULO 82 "¿Por qué Lloras?" *
Las mujeres que habían estado al lado de la cruz de Cristo esperaron velando que transcurriesen las horas del sábado. El primer día de la semana,* muy temprano, se dirigieron a la tumba llevando consigo especias preciosas para ungir el cuerpo del Salvador. No pensaban que resucitaría. El sol de su esperanza e había puesto, y había anochecido en sus corazones. Mientras andaban, relataban las obras de misericordia de Cristo y sus palabras de consuelo. Pero no recordaban sus palabras: "Otra vez os veré."*
Ignorando lo que estaba sucediendo se acercaron al huerto diciendo mientras andaban: "¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro?" Sabían que no podrían mover la piedra, pero seguían adelante. Y he aquí, los cielos resplandecieron de repente con una gloria que no provenía del sol naciente. La tierra tembló. Vieron que la gran piedra había sido apartada. El sepulcro estaba vacío.
Las mujeres no habían venido todas a la tumba desde la misma dirección. María Magdalena fue la primera en llegar al lugar; y al ver que la piedra había sido sacada, se fue presurosa para contarlo a los discípulos. Mientras tanto, llegaron las otras mujeres. Una luz resplandecía en derredor de la turba, pero el cuerpo de Jesús no estaba allí. Mientras se demoraban en el lugar, vieron de repente que no estaban solas. Un joven vestido de ropas resplandecientes estaba sentado al lado de la tumba. Era el ángel que había apartado la piedra. Había tomado el disfraz de la humanidad, a fin de no alarmar a estas personas que amaban a Jesús. Sin embargo, brillaba todavía en derredor de él la gloria celestial, y las mujeres temieron. Se dieron vuelta para huir, pero las palabras del ángel detuvieron sus pasos. "No temáis vosotras --les dijo;-- porque yo sé que buscáis a Jesús, que fue crucificado. No está aquí; porque ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto 733 el Señor. E id presto, decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos." Volvieron a mirar al interior del sepulcro y volvieron a oír las nuevas maravillosas. Otro ángel en forma humana estaba allí, y les dijo: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, mas ha resucitado: acordaos de lo que os habló, cuando aun estaba en Galilea, diciendo: Es menester que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día."
¡Ha resucitado, ha resucitado! Las mujeres repiten las palabras vez tras vez. Ya no necesitan las especias para ungirle. El Salvador está vivo, y no muerto. Recuerdan ahora que cuando hablaba de su muerte, les dijo que resucitaría. ¡Qué día es éste para el mundo! Prestamente, las mujeres se apartaron del sepulcro y "con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos."
María no había oído las buenas noticias. Ella fue a Pedro y a Juan con el triste mensaje: "Han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto." Los discípulos se apresuraron a ir a la tumba, y la encontraron como había dicho María. Vieron los lienzos y el sudario, pero no hallaron a su Señor. Sin embargo, había allí un testimonio de que había resucitado. Los lienzos mortuorios no habían sido arrojados con negligencia a un lado, sino cuidadosamente doblados, cada uno en un lugar adecuado. Juan "vio, y creyó." No comprendía todavía la escritura que afirmaba que Cristo debía resucitar de los muertos, pero recordó las palabras con que el Salvador había predicho su resurrección.
Cristo mismo había colocado esos lienzos mortuorios con tanto cuidado. Cuando el poderoso ángel bajó a la tumba, se le unió otro, quien, con sus acompañantes, había estado guardando el cuerpo del Señor. Cuando el ángel del cielo apartó la piedra, el otro entró en la tumba y desató las envolturas que rodeaban el cuerpo de Jesús. Pero fue la mano del Salvador la que dobló cada una de ellas y la puso en su lugar. A la vista de Aquel que guía tanto a la estrella como al átomo, no hay nada sin importancia. Se ven orden y perfección en toda su obra.
María había seguido a Juan y a Pedro a la tumba; cuando volvieron a Jerusalén, ella quedó. Mientras miraba al interior 734 de la tumba vacía, el pesar llenaba su corazón. Mirando hacia adentro,
(Continua la lectura)
vio a los dos ángeles, el uno a la cabeza y el otro a los pies de donde había yacido Jesús. "Mujer, ¿por qué lloras?" le preguntaron. "Porque se han llevado a mi Señor --contestó ella,-- y no sé dónde le han puesto."
Entonces ella se apartó, hasta de los ángeles, pensando que debía encontrar a alguien que le dijese lo que habían hecho con el cuerpo de Jesús. Otra voz se dirigió a ella: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?" A través de sus lágrimas, María vio la forma de un hombre, y pensando que fuese el hortelano dijo: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré." Si creían que esta tumba de un rico era demasiado honrosa para servir de sepultura para Jesús, ella misma proveería un lugar para él. Había una tumba que la misma voz de Cristo había vaciado, la tumba donde Lázaro había estado. ¿No podría encontrar allí un lugar de sepultura para su Señor? Le parecía que cuidar de su precioso cuerpo crucificado sería un gran consuelo para ella en su pesar.
Pero ahora, con su propia voz familiar, Jesús le dijo: "¡María!" Entonces supo que no era un extraño el que se dirigía a ella y, volviéndose, vio delante de sí al Cristo vivo. En su gozo, se olvidó que había sido crucificado. Precipitándose hacia él, como para abrazar sus pies, dijo: "¡Rabboni!" Pero Cristo alzó la mano diciendo: No me detengas; "porque aun no he subido a mi Padre: mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." Y María se fue a los discípulos con el gozoso mensaje.
Jesús se negó a recibir el homenaje de los suyos hasta tener la seguridad de que su sacrificio era aceptado por el Padre. Ascendió a los atrios celestiales, y de Dios mismo oyó la seguridad de que su expiación por los pecados de los hombres había sido amplia, de que por su sangre todos podían obtener vida eterna. El Padre ratificó el pacto hecho con Cristo, de que recibiría a los hombres arrepentidos y obedientes y los amaría como a su Hijo. Cristo había de completar su obra y cumplir su promesa de hacer "más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ophir al hombre." En cielo y tierra toda potestad era dada al Príncipe de la vida, y él volvía a sus seguidores en un mundo de pecado para darles su poder y gloria.
Mientras el Salvador estaba en la presencia de Dios recibiendo dones para su iglesia, los discípulos pensaban en su tumba vacía, se lamentaban y lloraban. Aquel día de regocijo para todo el cielo era para los discípulos un día de incertidumbre, confusión y perplejidad. Su falta de fe en el testimonio de las mujeres da evidencia de cuánto había descendido su fe. Las nuevas de la resurrección de Cristo eran tan diferentes de lo que ellos esperaban que no las podían creer. Eran demasiado buenas para ser la verdad, pensaban. Habían oído tanto de las doctrinas y llamadas teorías científicas de los saduceos, que era vaga la impresión hecha en su mente acerca de la resurrección. Apenas sabían lo que podía significar la resurrección de los muertos. Eran incapaces de comprender ese gran tema.
"Id --dijeron los ángeles a las mujeres,-- decid a sus discípulos y a Pedro, que él va antes que vosotros a Galilea: allí le veréis, como os dijo." Estos ángeles habían estado con Cristo como ángeles custodios durante su vida en la tierra. Habían presenciado su juicio y su crucifixión. Habían oído las palabras que él dirigiera a sus discípulos. Lo demostraron por el mensaje que dieron a los discípulos y que debiera haberlos convencido de su verdad. Estas palabras podían provenir únicamente de los mensajeros de su Señor resucitado.
"Decid a sus discípulos y a Pedro," dijeron los ángeles. Desde la muerte de Cristo, Pedro había estado postrado por el remordimiento. Su vergonzosa negación del Señor y la mirada de amor y angustia que le dirigiera el Salvador estaban siempre delante de él. De todos los discípulos, él era el que había sufrido más amargamente. A él fue dada la seguridad de que su arrepentimiento era aceptado y perdonado su pecado. Se le mencionó por nombre.
"Decid a sus discípulos y a Pedro, que él va antes que vosotros a Galilea: allí le veréis." Todos los discípulos habían abandonado a Jesús, y la invitación a encontrarse con él vuelve a incluirlos a todos. No los había desechado. Cuando María Magdalena les dijo que había visto al Señor, repitió la invitación a encontrarle en Galilea. Y por tercera vez, les fue enviado el mensaje. Después que hubo ascendido al Padre, Jesús apareció a las otras mujeres diciendo: "Salve. Y ellas se llegaron y abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dice: No temáis: id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán."
La primera obra que hizo Cristo en la tierra después de su resurrección consistió en convencer a sus discípulos de su no disminuido amor y tierna consideración por ellos. Para probarles que era su Salvador vivo, que había roto las ligaduras de la tumba y no podía ya ser retenido por el enemigo la muerte, para revelarles que tenía el mismo corazón lleno de amor que cuando estaba con ellos como su amado Maestro, les apareció vez tras vez. Quería estrechar aun más en derredor de ellos los vínculos de su amor. Id, decid a mis hermanos --dijo,-- que se encuentren conmigo en Galilea.
Al oír esta cita tan definida, los discípulos empezaron a recordar las palabras con que Cristo les predijera su resurrección. Pero aun así no se regocijaban. No podían desechar su duda y perplejidad. Aun cuando las mujeres declararon que habían visto al Señor, los discípulos no querían creerlo. Pensaban que era pura ilusión.
Una dificultad parecía acumularse sobre otra. El sexto día de la semana habían visto morir a su Maestro, el primer día de la semana siguiente se encontraban privados de su cuerpo, y se les acusaba de haberlo robado para engañar a la gente. Desesperaban de poder corregir alguna vez las falsas impresiones que se estaban formando contra ellos. Temían la enemistad de los sacerdotes y la ira del pueblo. Anhelaban la presencia de Jesús, quien les había ayudado en toda perplejidad.
Con frecuencia repetían las palabras: "Esperábamos que él era el que había de redimir a Israel."
Solitarios y con corazón abatido, recordaban sus palabras: "Si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué se hará?" Se reunieron en el aposento alto y, sabiendo que la suerte de su amado Maestro podía ser la suya en cualquier momento, cerraron y atrancaron las puertas.
Y todo el tiempo podrían haber estado regocijándose en el conocimiento de un Salvador resucitado. En el huerto, María había estado llorando cuando Jesús estaba cerca de ella. Sus ojos estaban tan cegados por las lágrimas que no le conocieron. Y el corazón de los discípulos estaba tan lleno de pesar que no creyeron el mensaje de los ángeles ni las palabras de Cristo.
¡Cuántos están haciendo todavía lo que hacían esos discípulos! ¡Cuántos repiten el desesperado clamor de María: "Han llevado al Señor, . . . y no sabemos dónde le han puesto"! ¡A cuántos podrían dirigirse las palabras del Salvador: "¿Por qué lloras? ¿a quién buscas?" Está al lado de ellos, pero sus ojos cegados por las lágrimas no lo ven. Les habla, pero no lo entienden.
¡Ojalá que la cabeza inclinada pudiese alzarse, que los ojos se abriesen para contemplarle, que los oídos pudiesen escuchar su voz! "Id presto, decid a sus discípulos que ha resucitado." Invitadlos a no mirar la tumba nueva de José, que fue cerrada con una gran piedra y sellada con el sello romano. Cristo no está allí. No miréis el sepulcro vacío. No lloréis como los que están sin esperanza ni ayuda. Jesús vive, y porque vive, viviremos también. Brote de los corazones agradecidos y de los labios tocados por el fuego santo el alegre canto: ¡Cristo ha resucitado! Vive para interceder por nosotros. Aceptad esta esperanza, y dará firmeza al alma como un ancla segura y probada. Creed y veréis la gloria de Dios.
Saturday, April 23, 2016
Saturday, October 31, 2015
Los Estados Unidos en la Profecia (Capitulo 26) - El Conflicto de los Siglos
26 - LOS ESTADOS UNIDOS EN LA PROFECÍA - EL CONFLICTO DE LOS SIGLOS - ELENA G. WHITE
Published on Jul 18, 2012
El Conflicto de los Siglos en audio - Elena G. White - Iglesia Adventista del Séptimo Día. Suscribete: http://www.youtube.com/jespadillchannel1
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