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Thursday, May 31, 2018

Dominique Wolton asegura que al Papa solo le quieren “los ateos y agnósticos”



Por Carlos Esteban | 30 mayo, 2018

En una entrevista concedida al diario ABC, el sociólogo francés Dominique Wolton asegura que le comentó al propio Papa, con quien ha conversado para documentarse para un libro sobre el Pontífice (‘Política y sociedad’), que “los católicos de derecha no le quieren, los de izquierda tampoco porque va usted más lejos que ellos y es más libre. Los únicos que le quieren son los agnósticos y los ateos”.

El Papa, continúa Wolton, rompió a reír ante el comentario.

Wolton no es precisamente una “fuente hostil”; habla de Francisco con sincera admiración, apreciando su cercanía y afabilidad. “Bromea muchísimo, es muy cálido y cercano”, asegura Wolton. “Francisco siempre es muy natural. Su éxito mundial obedece a que no habla como un Papa, habla como un laico y además es bastante político. Para ser más precisos este hombre vive y aplica el Evangelio. No le gustan los ricos, ni le gustan los poderosos como en los Evangelios”.

De ahí, opina el sociólogo, viene la oposición al Pontífice desde diversos sectores: “Las resistencias proceden de los conservadores porque el Papa critica a la curia, quiere a las mujeres en la curia, pide que se tome en consideración la situación personal de los divorciados vueltos a casar para que puedan comulgar, quiere acabar con la industria de las armas, defiende la ecología y no se opone a la unión civil de los homosexuales”.

Naturalmente, no deja de ser la visión de Wolton, que ha mantenido conversaciones con Francisco entre febrero de 2016 y febrero de 2017, pero quizá el autor no aprecia que esas afirmaciones que desgrana y que supuestamente provocan por igual el recelo de los ‘conservadores’ no están ni mucho menos en el mismo plano.


Tuesday, September 13, 2016

EL SEÑOR, NUESTRA JUSTICIA



Cristo y su justicia
(E.J. Waggoner)

(Ir al índice)

La pregunta es, pues: ¿Cómo puede obtenerse la justicia requerida para que uno pueda entrar en esa ciudad? Responder a esta pregunta es la gran obra del evangelio. Detengámonos primeramente en una lección objetiva –o ilustración– sobre la justificación o impartimiento de la justicia (rectitud). El ejemplo nos puede ayudar a comprender mejor el concepto. Lo refiere Lucas 18:9-14 en estos términos:

"Para algunos que se tenían por justos, y menospreciaban a los demás, les contó esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, el otro publicano. El fariseo oraba de pie consigo mismo, de esta manera: Dios, te doy gracias, que no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. Ayuno dos veces por semana, y doy el diezmo de todo lo que gano. Pero el publicano quedando lejos, ni quería alzar los ojos al cielo, sino que golpeaba su pecho, diciendo: Dios, ten compasión de mí, que soy pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado, pero el otro no. Porque el que se enaltece será humillado; y el que se humilla, será enaltecido".

Eso quedó escrito para mostrarnos cómo no debemos alcanzar la justicia, y cómo sí la debemos alcanzar. Los fariseos no se han extinguido; hay muchos en estos días que esperan obtener la justicia por sus propias buenas obras. Confían en sí mismos de que son justos. No siempre se jactan abiertamente de su bondad, pero muestran de otras maneras que están confiando en su propia justicia. Quizá el espíritu del fariseo –el espíritu que enumera a Dios sus propias buenas obras como razón del favor esperado– está tan extendido como cualquier otra cosa entre profesos cristianos que se sienten postrados en razón de sus pecados. Saben que han pecado y se sienten condenados. Se lamentan por su situación pecaminosa y deploran su debilidad. Sus testimonios nunca se elevan por encima de este nivel. A menudo se refrenan de hablar, por pura vergüenza, en las reuniones en grupos, y tampoco se atreven a acercarse a Dios en oración. Después de haber pecado en un grado más intenso de lo usual, se abstienen de orar por algún tiempo, hasta que haya pasado el sentido más acuciante de su fracaso, o hasta que se imaginan haberlo compensado mediante un comportamiento especialmente bueno. ¿Qué manifiesta lo anterior? –Ese espíritu farisaico dispuesto a hacer ostentación de su justicia ante Dios; esa mente que no acude a él a menos que pueda apoyarse en el falso puntal de su imaginada bondad personal. Quieren poder decirle al Señor: "¿Ves lo bueno que he sido en los últimos días? Espero que me aceptes ahora".